Miscelánea
Un gobierno de gente decente
José C. Serrano Cuevas.
El pasado 1 de abril José Antonio Meade Kuribreña, candidato a la Presidencia de la República por la alianza Todos por México, inició su campaña en Mérida, Yucatán. Estuvo arropado por Enrique Ochoa Reza, presidente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Claudia Ruiz Massieu Salinas, secretaria general de ese instituto político, Luis Castro Obregón, presidente del Partido Nueva Alianza (Panal), Aurelio Nuño Mayer, coordinador de la campaña de Meade y Eruviel Ávila Villegas, integrante de dicha coordinación.
“Encabezaré un gobierno con gente decente”, fueron las líneas centrales de su discurso. También se comprometió ante sus seguidores, a ser el primer presidente de México sin gozar de fuero. Ambas promesas han generado comentarios y opiniones de índole diversa. Quienes simpatizan con su proyecto reconocen que su discurso es congruente con su manera de ser y actuar en la vida pública y privada. Sus detractores lo interpretan como pieza retórica hilvanada con promesas de difícil cumplimiento.
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Una práctica saludable que ayuda a comprender los conceptos que no son explicados por quienes los expresan, es la consulta de un diccionario; por ejemplo, de la palabra decencia se dice que es un “sustantivo femenino, posible de definirla como un valor que hace que una persona sea consciente de la propia dignidad humana”. También se la define como respeto y acatamiento de las normas sociales y morales, dignidad y honestidad en los actos y en las palabras”.
Durante décadas ha ocurrido que los personajes que acompañan a un candidato a cualquier puesto de elección popular, llegan a ser sus colaboradores más cercanos una vez que en las urnas se decida si es el ganador. Los que estaban en el presidium con Meade el 1 de abril, mencionados líneas arriba, difícilmente podrían cumplir con el perfil de personas decentes, de acuerdo a la definición esgrimida.
Todos ellos han ocupado cargos relevantes ligados a la función pública. Sus oficinas o despachos son excelentes escaparates donde han exhibido su debilidad ante la voz del amo, eufemísticamente llamado superior jerárquico. Genuflexiones y caravanas los han hecho perder la dignidad. Con la sumisión a cuestas, obnubilados, se niegan la posibilidad de percatarse de que la pérdida de la dignidad los vuelve frágiles: la honestidad y el respeto a las normas sociales y morales se esfuman.
El ingenio popular siempre tiene a la mano ejemplos llanos para explicar y explicarse fenómenos naturales o sociales. A propósito de los anhelos de Meade, la gente del barrio dice: “Es más fácil encontrar una aguja en un pajar, que un político decente”.
El discurso pronunciado en Mérida por el candidato de la alianza Todos por México, quedó trunco. Tras enunciar las líneas centrales de su pieza oratoria, debió decir en quiénes estaba pensando para que lo acompañen en su administración, dónde los va a reclutar, cómo se va a sacudir a los recomendados. Con esa información los ciudadanos curiosos se darían la licencia para escudriñar la vida, obra y milagros de las personas decentes de quien aspira a ser presidente.
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